jueves, 9 de junio de 2022

No culpes a nadie

 Nunca te quejes de nadie, ni de nada,
porque fundamentalmente tú has hecho
lo que querías en tu vida.

Acepta la dificultad de edificarte a ti
mismo y el valor de empezar corrigiéndote.
El triunfo del verdadero hombre surge de
las cenizas de su error.

Nunca te quejes de tu soledad o de tu
suerte, enfréntala con valor y acéptala.
De una manera u otra es el resultado de
tus actos y prueba que tú siempre
has de ganar.

No te amargues de tu propio fracaso ni
se lo cargues a otro, acéptate ahora o
seguirás justificándote como un niño.
Recuerda que cualquier momento es
bueno para comenzar y que ninguno
es tan terrible para claudicar.

No olvides que la causa de tu presente
es tu pasado así como la causa de tu
futuro será tu presente.

Aprende de los audaces, de los fuertes,
de quien no acepta situaciones, de quien
vivirá a pesar de todo, piensa menos en
tus problemas y más en tu trabajo y tus
problemas sin eliminarlos morirán.

Aprende a nacer desde el dolor y a ser
más grande que el más grande de los
obstáculos, mírate en el espejo de ti mismo
y serás libre y fuerte y dejarás de ser un
títere de las circunstancias porque tu
mismo eres tu destino.

Levántate y mira el sol por las mañanas
y respira la luz del amanecer.
Tú eres parte de la fuerza de tu vida,
ahora despiértate, lucha, camina, decídete
y triunfarás en la vida; nunca pienses en
la suerte, porque la suerte es:
el pretexto de los fracasados.


Neruda, P., 

domingo, 18 de agosto de 2013

En Paz

Artifex vitae, artifex sui

Muy cerca de mi ocaso, yo te bendigo, Vida,
porque nunca diste esperanza fallida,
ni trabajos injustos,
ni pena inmerecida;

porque veo al final de mi rudo camino,
yo fui el arquitecto del propio destino;

y si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas:
cuando planté rosales coseché siempre rosas.

Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé, sin duda,
largas las noches de penas;

no me prometiste sólo noches buenas,
las tuve algunas ... serenas ...

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes!

¡Vida, estamos en paz!


Amado Nervo, "Elevación", 1916

domingo, 14 de julio de 2013

Cecilia

Octubre pinta sereno,
quince primaveras con tus dedos,
el viento, llama, tu vida,
olas verdes en fulgores de acero.

Un sol que desde el poniente,
dirige sus carros de fuego,
ola, viento, llama,
agua, aire, fuego ...
componen la misma canción.

Cecilia, escucha ...
el secreto latido
de la madre tierra,
del murmullo suave,
del respirar profundo,
de la canción que nace.

Este es el momento,
el sol asoma sus primeros rayos,
el amor ardiente,
se confunde en él ...

Octubre pinta sereno,
primavera con tus dedos
amor de pequeños contentos,
miradas profundas
que surcan tus cielos...

Quisiera mirarte,
con tus mismos ojos,
quisiera alcanzar
la altura de tus sueños
quisiera contemplar extasiado
el amor profundo que dejas fragancias
que inundas tus pechos ...

Monte sereno hacia las estrellas,
sólo desde tu altura
se ven los valles,
aquellos donde tansito,
ya con pasos cansados
aliento fresco
cansado ...

Cecilia Montserrat,
pones melodias,
pones acento a mis pocas palabas,
a mis pocos rezos,
pero con tanta fuerza,
que ta toco lo eterno ...

Feliz Cumpleaños Hija ...


Octubre, 8 de 2012

lunes, 17 de octubre de 2011

No me lo pidan

Piden algunos que este asunto humano
con nombres, apellidos y lamentos
no lo trate en las hojas de mis libros,
no le dé la escritura de mis versos:
dicen que aquí murió la poesía,
dicen algunos que no debo hacerlo:
la verdad es que siento no agradarles,
los saludo y les saco mi sombrero
y los dejo viajando en el Parnaso
como ratas alegres en el queso.

Yo pertenezco a otra categoría
y sólo un hombre soy de carne y hueso,
por eso si apalean a mi hermano
con lo que tengo a mano lo defiendo
y cada una de mis líneas lleva
un peligro de pólvora o de hierro,
que caerá sobre los inhumanos,
sobre los crueles, sobre los soberbios.

Pero el castigo de mi paz furiosa
no amenaza a los pobres ni a los buenos:
con mi lámpara busco a los que caen,
alivio sus heridas y las cierro:
y éstos son los oficios del poeta
del aviador y del picapedrero:
debemos hacer algo en esta tierra
porque en este planeta nos parieron
y hay que arreglar las cosas de los hombres
porque no somos pájaros ni perros.

Y bien, si cuando ataco lo que odio,
o cuando canto a todos los que quiero,
la poesía quiere abandonar
las esperanzas de mi manifiesto
yo sigo con las tablas de mi ley
acumulando estrellas y armamentos
y en el duro deber americano
no me importa una rosa más o menos:
tengo un pacto de amor con la hermosura:
tengo un pacto de sangre con mi pueblo.


Neruda, P.,  Canción de Gesta, 1960

sábado, 25 de septiembre de 2010

Espectáculo

No puedo cantar al amor,
porque si lo canto,
sólo puedo mirarlo desde lejos,
en cada profunda cicatriz,
que opaca,
lleva la letra de una despedida ...

Resaca,
lágrima,
olvido ...
surcos tejidos en piel y luna.

No puedo cantar al amor,
¡porque lo vivo!
abismo de extremos,
tierra salvaje,
dueño absoluto,
del lejano horizonte de mi vida ...

No puedo cantar al amor,
¡porque lo veo!
paradigma artificial
sociedad que muere,
silencio sepulcral,
mundo de gritos,
cómico deleite,
carnaval de imágenes,
que bien pones en marcha
la diosa maquinaria en propoganda.

¡Ho diosa irreverente de mortales!
sueña con un nombre
pobre amor que en espectáculo
representa la imagen en la mente.

¡Ho diosa, divinidad que recrea,
todo existente de este mundo
sujeto a vitales televidentes
¡Talla al nuevo hombre,
eslavón perdido entre lo virtual
y la oscura caverna de mi suerte.

martes, 25 de mayo de 2010

América, no invoco tu nombre en vano

América, no invoco tu nombre en vano.
Cuando sujeto al corazón la espada,
cuando aguanto en el alma la gotera,
cuando por las ventanas
un nuevo día tuyo me penetra,
soy y estoy en la luz que me produce,
vivo en la sombra que me determina,
duermo y despierto en tu esencial aurora:
dulce como las uvas, y terrible,
conductor del azúcar y el castigo,
empapado en esperma de tu especie,
amamantado en sangre de tu herencia.

Pablo Neruda, Canto general, XIX

viernes, 23 de octubre de 2009

Panorama ciego de Nueva York

Si no son los pájaros
cubiertos de ceniza,
si no son los gemidos que golpean las ventanas de la boda,
serán las delicadas criaturas del aire
que manan la sangre nueva por la oscuridad inextinguible.
Pero no, no son los pájaros,
porque los pájaros están a punto de ser bueyes;
pueden ser rocas blancas con la ayuda de la luna
y son siempre muchachos heridos
antes de que los jueces levanten la tela.


Todos comprenden el dolor que se relaciona con la muerte,
pero el verdadero dolor no está presente en el espíritu.
No está en el aire ni en nuestra vida,
ni en estas terrazas llenas de humo.
El verdadero dolor que mantiene despiertas las cosas
es una pequeña quemadura infinita
en los ojos inocentes de los otros sistemas.


Un traje abandonado pesa tanto en los hombros
que muchas veces el cielo los agrupa en ásperas manadas.
Y las que mueren de parto saben en la última hora
que todo rumor será piedra y toda huella latido.


Nosotros ignoramos que el pensamiento tiene arrabales
donde el filósofo es devorado por los chinos y las orugas.
Y algunos niños idiotas han encontrado por las cocinas
pequeñas golondrinas con muletas
que sabían pronunciar la palabra amor.


No, no son los pájaros.
No es un pájaro el que expresa la turbia fiebre de laguna,
ni el ansia de asesinato que nos oprime cada momento,
ni el metálico rumor de suicidio que nos anima cada madrugada.
Es una cápsula de aire donde nos duele todo el mundo,
es un pequeño espacio vivo al loco unisón de la luz,
es una escala indefinible donde las nubes y rosas olvidan
el griterío chino que bulle por el desembarcadero de la sangre.
Yo muchas veces me he perdido
para buscar la quemadura que mantiene despiertas las cosas
y sólo he encontrado marineros echados sobre las barandillas
y pequeñas criaturas del cielo enterradas bajo la nieve.
Pero el verdadero dolor estaba en otras plazas
donde los peces cristalizados agonizaban dentro de los troncos,
plazas del cielo extraño para las antiguas estatuas ilesas
y para la tierna intimidad de los volcanes.


No hay dolor en la voz. Sólo existen los dientes,
pero dientes que callarán aislados por el raso negro.
No hay dolor en la voz. Aquí sólo existe la Tierra.
La tierra con sus puertas de siempre
que llevan al rubor de los frutos.


Federico Garcia Lorca