jueves, 1 de febrero de 2007

Huida de la masificación

¡Ho viejo espacio de recuerdos!
que todos tus rincones los tienes lleno,
de lo vivido, de lo sufrido, de lo que alegra;
jirones en que el interior toma su forma.

Lugar que la Luz de una estrella lejana,
de azules matices cubre,
dando un chispazo a la vista en miles de matices y colores;
brumosos, lejanos unos de otros;
trémulos latido, en que los palpitantes ecos, descorren ese silencio...
ese misterioso lugar llenos de lamentos,
de lejanas melodías y perfumes.

Lugar sin sitio, tiempo sin esa dimensión,
que el lento paso de las horas, marca, una tras otra...
solo un lento diluirse es lo que indica,
que, aún, aquí, la eternidad queda tras otra orilla.

¿Como llegar allí donde ningún camino conduce?
¿como estar dentro de un sitio, sin dimensión ni tiempo?
¿como retroceder hasta encontrarlo?

Retroceder, pues su esencia es el pasado.
Viajé hacia esas profundidades,
esos abismos que la conciencia oculta tras la interioridad;
allí, en ese lugar que el mismo Yo teme entrar;
¡nada se puede asir, nada se puede llevar!
es donde sólo uno, puede arriesgar;
es donde sólo uno, se dirige, en soledad.

Soledad árida; soledad terrible;
soledad que siempre lleva consigo el riesgo,
de no regresar; de extraviarse; de caer en el abismo sin fondo,
en ese abismo de la locura, del renunciar a la realidad.

Riesgo, riesgo es la voz de marcha;
marcha a esa tierra sin sitio,
a esa tierra lejana, que más que nunca está cerca, del que arriesga;
del que se atreve a correr las brumas, del inconsciente,
tras el mismo misterio de la cara oculta de su yo cansado,
quizas roído, por formas y modos de masa;
es un lento camino, para un andar largo;
es un grito salvaje por lo que se muere en formas de masa;
en formas que la persona es puesta de menos,
por poder siniestro, de una razón práctica; que busca en todo
una eficacia, y nada de lo que es vida para al espíritu ...
es una lucha, del que nada tiene que perder, pues lo perdió todo;
y, solo le queda su interior, hacia el que viaja para rescatar,
ese algo que todavía subsiste de persona y que será arrebatado,
por la muerte lenta, de una sociedad de masas.

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Huida de la masificación
S.M. de Tucumán, 30/8/87

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