martes, 6 de marzo de 2007

Recuerdos

Un atardecer en el comienzo de la primavera. Sentado, de cara al
crepúsculo. Un sol rojizo, anaranjado, cálido, de esas luces que
invitan a verlo sin que la mirada quede agredida por la luminosidad.
Un alto de silencio, aromas y briza fresca, un murmullo difuso
con pequeños altibajos de trinos, en confundido fondo de coyuyos
barítonos, comienza a desaparecer paulatinamente hasta sumir
en silencio...

Me dejo arrastrar por ese momento, por una creación que suspende
sus leyes y generosa abre las puertas del instante eterno.

Aturdido, sólo frente a un mundo, que ni atina a mirar las cosas
que le son ya extrañas.

Miro por sobre el horizonte, los colores tienen sus tonos
en pinceladas suaves, brumosas, que en una línea inexistente se
unen en blanca cicatriz enmarcando, quizás, el ocaso.

Es ese lento sumergirse de este día, lo que me tiene desconcertado;
quisiera con todas mis fuerzas, hundirme juntamente con él, en la
noche que todo está cubriendo.

El mundo me parece estático, sin sonidos; lo que me rodea es ya
tan lejano, tan anónimo en estos claros oscuros...

Mi respiración se va deteniendo; un sentimiento tormentoso, que
sube desde lo hondo de mi ser, en una carrera en la que arrastra
todo un interior de vivencias, se está apoderando de mí.

Yo estoy como un espectador, sin poder hacer nada para que el
curso de los acontecimientos, cambien... den ese viraje que me
ponga ante el control de mi mismo. Estoy dejando mis últimos
alientos y desaparezco en esa línea que todo lo traga ...

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